Me dan miedos los cambios. No saber qué va a pasar. No saber
qué será de mí en unos meses. La incertidumbre puede conmigo. Me gusta tener
todo bajo control. Y cualquier desajuste me aterra.
Cuando las cosas están a punto de cambiar mi cabeza me juega
malas pasadas. Le doy vueltas a todo. Qué haré. Cómo actuaré. Qué pasará. No
sé. Es complicado. En realidad, soy yo misma la que hace que sea complejo.
Y es que hay veces en las que no sé cómo actuar. Cuando
llega la calma, cuando la tormenta ya ha pasado y todo está bien. De repente mi
subconsciente hace un clik, y ¡pum! Todo desaparece. La tranquilidad, el
bienestar. Se esfuma. Así, sin más.
Y, ¿sabéis quién es la culpable de esa situación? Yo. Yo y
solo yo. Mi mente, mi inseguridad. Porque siempre es más cómodo estar en
nuestra zona de confort, donde siempre hemos estado. Y en mi caso estar mal es
lo habitual. Sentirme bien es algo desconocido.
Por eso soy experta en autosabotearme. En autodestruirme.
Porque es más fácil para mi sentirme mal y estar hundida, como en un pozo
oscuro y frío. Y, es que, la felicidad es algo nuevo para mí. Y las cosas
nuevas me asustan. Me descolocan. No sé qué hacer ni cómo sentirme cuando estoy
bien.
¿Tiene algún sentido todo lo que estoy diciendo? Yo que sé.
Siento que me estoy explicando peor que un libro cerrado y en llamas.
¿Por qué seré tan complicada? ¿Por qué me gusta tanto
sabotearme? De verdad que no lo entiendo. Porque por mucho que le busco
explicación, no la encuentro.
A ver, por favor, que alguien me lo explique.
Nerea